Nota "1980 a 2010: Tres décadas de infidelidad en el cine (en pleno auge del divorcio)"

MEDIO: Revista 24 Cuadros
FECHA: Julio 2009
Revista

1980 a 2010: 30 años de infidelidad en el cine (en pleno auge del divorcio)

Por Hernán Panessi

Una visión moderna sobre la infidelidad en el cine de los últimos tiempos. Desde la paradigmática Atracción Fatal, donde Anne Archer padece el adulterio de Michael Douglas, a la controversial obra póstuma de Stanley Kubrick: Ojos Bien Cerrados en la que Tom Cruise reniega de su vida civilizada y opta por lo desconocido... Es que de los cuernos y de la muerte...

Siempre supe de qué estábamos hablando...
Conceptualmente, la infidelidad es el incumplimiento del compromiso de fidelidad. Desde la psicología, la infidelidad se la considera, a grosso modo, como “buscar fuera aquello que no está en casa”. Está relacionado con la falta de completud sentimental, es decir, existe porque algunas de las necesidades no están cubiertas. ¿Los motivos? Presión social, desamor, peleas, monotonía, celos, familia, escasas relaciones sexuales, en fin, existen infinitas e inabarcables razones. Es por eso, que el cine como óptica social, tal filtro ajeno y –a la vez- inmerso en la sociedad, trabaja a la infidelidad desde todos los ángulos posibles. Hoy por hoy, en épocas donde los divorcios salen como pan caliente, la posición del cine, y del arte en general, por sobre ésta problemática, es cada vez más liberal. Hagamos un repaso, entonces.

Infidelidad masculina
La década del ’80 tuvo una fuerte advertencia para con las parejas del momento. Esta luz roja (fílmica, por supuesto) fue la película norteamericana Atracción Fatal (Fatal Atracttion, 1987) en la que se plantea una profunda reflexión acerca de la vida conyugal. Allí, se cuenta la, en teoría, apacible historia de un abogado neoyorquino (Michael Douglas) y su mujer (Anne Archer). En un viaje laboral, él conoce a una mujer madura (Glenn Close) quien le propone pasar unas horas juntos. Lo que no sabe es que tal relación se convertirá en obsesión seguida de chantaje, por medio de un supuesto suicido, que ayudará a que esa “segunda relación” se prolongue. Las cosas se complican cada vez más cuando la mujer madura se entromete en el grupo primario del protagonista poniendo en riesgo su vida y su integridad. El final es increíble.
La infidelidad masculina socialmente aceptada tiene su cara visible en la reciente La Duquesa (The Duchess, 2008), en la que uno de los hombres más ricos de Inglaterra (Ralph Fiennes) se florea entre pasionales amantes sin reclamos legitimos. Aquí, la duquesa del film, Georgiana (Keira Knighltey), la mujer más fascinante de su época, debe compartir a su esposo sin quejas, casi de ningún tipo, por sublevar el poder a un arquetipo social, en exclusivo, fálico y patriarcal. Se trata de un pantallazo histórico-político de cómo, por convención, la infidelidad masculina no fue motivo de ruptura allá lejos y hace tiempo.

Infidelidad femenina
La infidelidad, como se sabe, no tiene cara ni sexo concreto. Es por eso que en Infidelidad (Unfainthful, 2002), película en la que un hombre maduro (Richard Gere) sufre el engaño de su esposa (Diane Lane) por un joven francés sexualmente activo (Olivier Martinez). Tal historia se presenta como un manifiesto del adulterio femenino. Casi como una contracara de su obra anterior Atracción Fatal, Adrian Lyne, manifiesta su verdad sobre los riesgos del juego del matrimonio y, con sutileza quirúrgica, demuestra que la subvaloración del cuerpo tiene sus consecuencias.
México, en representación de la pasión latinoamericana, tiene su exponente moderno con El Segundo Aire (2001), comedia liviana dirigida por Fernando Sariñana, que trata la historia de Julia (Lisa Owen), una profesora que atraviesa una crisis matrimonial, quien mantiene una relación extramarital con un joven estudiante (Jorge Pozo), buscando encontrar la pasión que ya no tiene en casa con su marido (Jesús Ochoa). También, Mujeres Infieles (2006), película chilena que despertó la curiosidad del país entero, pone en evidencia las relaciones extramatrimoniales y la insatisfacción sexual femenina como tema de interés en la agenda de la vida.
La madurez del amor a primera vista la vislumbra el dramón perpetuado por Meryl Streep y Clint Eastwood en Los Puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995). En el film, la mujer subleva la pasión a la entera dedicación por sus hijos, hasta que conoce a un fotógrafo que le abrirá los ojos ante un mundo distinto. Interesante visión, con criterio, de lo que sucede cuando lo habitual se hace aburrido y se desestima la carne.
Ocurre en La Otra Bolena (The other boleyn girl, 2008) una situación similar a la de La Duquesa. Aquí la infidelidad femenina es socialmente aceptada por la familia de las protagonistas en plan de obtener un rédito económico como contralor por el afecto. Dos hermanas (Natalie Portman y Scarlett Johansson) compiten por el afecto del rey Henry VIII. Las jóvenes dejan atrás su humilde vida de campo, primero por presión familiar, luego por amor auténtico, para introducirse en el competitivo mundo cortesano. Ambas darán lo mejor de sí como amantes para obtener el amor del Rey. Las idas y venidas con el dúo de féminas son deshonrosamente aceptadas.

Visión nihilista de la infidelidad: La infidelidad no existe
Ningún ser humano es objeto de pertenencia de otro, dirán algunos. Estas personas, de actitud filosófica tendiente a negar y/o coartar el pacto de pareja, serán las primeras en lanzar la piedra del versátil “vale todo”. El mayor ejemplo cinematográfico para ilustrar tal postura es el de Llevados por el deseo (Closer, 2004) dirigida por Mike Nichols, en la que se aporta una mirada íntima y moderna sobre las relaciones de pareja. Allí, se cruzan cuatro seres solitarios (un cast espectacular conformado por: Jude Law, Clive Owen, Julia Roberts y Natalie Portman) quienes darán comienzo a una serie de encuentros sexuales, sin ton ni son, devenidos en destructivas traiciones.
Otro thriller psicológico que plantea una trama de engaños múltiples es Descarrilados (Delaired, 2005), film en el que los dos principales implicados (Clive Owen y Jennifer Aniston) son personas casadas (con hijos y vidas resueltas), sin embargo, mantienen una relación en apariencia perfecta hasta la irrupción de un chantajista que situará en pugna su integridad moral.
Argentina, país infiel si los hay, tiene su representante perverso con Celo (2008), película dirigida por Fabián Forte, que muestra la invasión voyeur de una relación que no es. O cuando lo tuyo es mío y también mío es lo de los demás.
El intercambio de parejas, como juego, o por necesidad –fisiológica, psicológica, etc.-, puede verse en los films: Un toque de infidelidad (Cousins, 1989) y en El otro lado de la cama (2002), donde lo delimitado, y supuestamente eterno, del “sí, juro” se pone en duda ante el ratoneo genital o el amor después del amor. Aquí no hay ni vencedores ni vencidos.

Cuando la realidad supera la ficción
Ojos Bien Cerrados (Eyes Wide Shut, 1999) es conocida por ser la obra póstuma del genial director norteamericano Stanley Kubrick. En ella se relata la historia de una joven pareja que atraviesa cierta meseta monótona, por lo que él (Tom Cruise) decide emprender viaje psico-sexual por horizontes lejanos, dejando a ella (Nicole Kidman) en la tranquilidad de su hogar (o no). Hasta aquí hablamos de ficción, okay. Se desprende de esta obra una realidad resonante, la pareja de protagonistas transgrede la barrera del séptimo arte y prolonga su relación hacia lo efectivo. Hoy se los encuentra distanciados y con sus vidas (re)hechas, pero lo curioso es que la razón de su separación fue (¿cuándo no?) la infidelidad. Según palabras de Tom Cruise, nunca estuvo de acuerdo con Nicole Kidman sobre la monogamia. Para ella ésta no era “una forma de vida natural”, mientras que él pensaba todo lo contrario. Es decir, Kidman aceptaba la idea de tener múltiples relaciones, más allá de su matrimonio y su concepto de familia, situación que incomodaba al actor. En este caso, el dicho “la realidad supera a la ficción”, pocas veces habrá sido tan literal y oportuno.

La infidelidad en Woody Allen
Woody Allen es, para muchos, el mejor (y más ácido) observador del adulterio que existe en la humanidad. De ello, dan pruebas sus siempre presentes obras que rozan o atraviesan el tema: Melinda y Melinda (Melinda and Melinda, 2004), Matchpoint (2005), Vicky Cristina Barcelona (2008) y los títulos siguen. Casos en donde la infidelidad es abarcada desde todos las comisuras (la tentación, el humor, la complicidad, los triunfos, las derrotas...) como símbolo de la vulnerabilidad humana. Allen, metódico, obsesivo, y más tragicómico que ninguno, dirige sus historias con la sapiencia de alguien que supo hacer de las suyas (estuvo con Mia Farrow y hoy lo hace con su hija adoptiva). Ahora entendemos que hacía esa mujer con ese hombre.

Conclusión
De Adrian Lyne a Stanley Kubrick, todos han trabajado el tema de la infidelidad como objeto representacional de una completa, cuanto no menos compleja, visión de la realidad. Es por ello que, a modo de cierre, cito indirectamente palabras de la escritora española Carmen Lloret, autora del texto sobre infidelidad en el cine llamado Infidelitas-atis y especialista en la materia, en el que valoró la existencia de una pequeña diferencia cualitativa entre hombres y mujeres: "En el hombre la infidelidad es por impulso, en la mujer es por deseo". Ahora sí, confirmadísimo: Que de los cuernos y de la muerte... ¡Nadie se salva!

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