Entrevista a Fabián Gabelli, entrenador de animales

MEDIO: Revista Haciendo Cine
FECHA: Noviembre 2011
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Animales Sueltos

El número impacta: Desde 1989 hasta hoy, Fabián Gabelli ha trabajado en unas 1000 películas. Cuando comenzó, su profesión no existía. Y ahora, después de más de 20 años, es uno de los más respetables entrenadores de animales en cine del mundo. A propósito de la charla que dará en TedxRíodelaPlata, la conferencia que reúne a hacedores y pensadores de nuestro país y las ideas que los apasionan en 18 minutos, lo entrevistamos y desmenuzamos su ocupación. Por Hernán Panessi

I. Cine Científico
A decir del crítico francés Jacques Jouhaneau: “el cine se alimenta de ficciones, la ciencia de realidades”. Es evidente que, pese a resultar de un matrimonio poco habitual, y en épocas donde El Encantador de Perros goza de una particular fama, no se trata de mundos del todo incompatibles. Es cierto, también, que el cine le ha sido útil a los científicos –filmaciones de intervenciones quirúrgicas, ataques epilépticos, divulgaciones, documentos de estudios; sí, hay un Cine Científico- y este, a su vez, se ha nutrido de historias notables del mundo de la ciencia –clonaciones, dinosaurios de probeta, viajes en el tiempo, bichos mutantes, y la lista sigue-. De tal vínculo se desprende una larga tradición de animales llevados al cine por los humanos, en consecuencia: con cierta ayuda de la ciencia. Así fueron pasando de Mr. Edd a Rin-Tin-Tin, y desde Chita hasta Flipper. Por eso, el anclaje de ciencia y cine pasa en manos de una figura especial: la del entrenador de animales.
En la Argentina, para el caso, ejerce la profesión uno de los más respetables trabajadores de esta curiosa labor: Fabián Gabelli, científico y biólogo del CONICET que ha compartido rodaje, entre otros, con Fabián Bielinsky (en El Aura, 2005), Francis Ford Coppola (en Tetro, 2009), James Ivory (en The City of Your Final Destination, 2009) y Roland Joffé (en There be Dragons, 2011). “Así como hay director de actores, nosotros somos los encargados de dirigir a los animales. Para ello se accede al guión o storyboard donde se detallan las acciones y los contextos en lo que se desarrollaran”, dice Gabelli definiendo el marco de acción de su trabajo. “Utilizo todos los conocimientos que aprendí en la universidad, esto es: las leyes generales del aprendizaje que nos permiten entender los procesos comprometidos en el aprendizaje animal”, agrega.

II. La peste que da conocimiento y trabajo
Cuenta la leyenda que Norman Brisky estaba esperando para ver si en la siguiente escena entraba él o unas ratas. La espera agotó su paciencia exigiendo pasar primero. Del otro lado, Gabelli le exigía al asistente de dirección que era el turno de las ratas, sus ratas, porque sino deberían esperar unas 4 horas para que estas sean alimentadas y vuelvan, prudentemente, a cumplir con el desempeño asignado. Brisky se le acercó a Gabelli preguntándole quién era él y qué hacía en el set. Aclarada la cuestión de roles -“yo hago lo mismo que usted, soy entrenador de actores, porque las ratas también son actores”, dijo el, por entonces debutante, animal trainer-, Brisky sugirió que éste estaba equivocado: “las ratas son ratas... no hacen de ratas, su sola presencia es suficiente para provocar rechazo. En cambio, yo tengo que lograr que este tipo –señala a alguien con cara de buenazo- logre interpretar a un milico jodido, lo cual es prácticamente imposible, ¿me entendés?”. Así, Gabelli entendió que el trabajo de los actores es tan importante como el de sus actores e intentó, de allí en más, hacerle más fácil el trabajo a quienes interactúan con los animales, corriéndose del centro de la escena y dándole lugar a los artistas. Esta anécdota corresponde a su primer encuentro con el cine, de la mano de Luis Puenzo, en el largometraje La Peste, de 1992, que –como casi todas las cuestiones que tienen que ver con oficios o vueltas curiosas- sucedió prácticamente de casualidad: “Un día se acercan de una productora cinematográfica para consultarnos sobre la posibilidad de entrenar las ratas del largometraje. A pesar de que estaba comenzando mi carrera como investigador, ya tenia mucha experiencia en el aprendizaje y comportamiento animal, por trabajos que había realizado, en aves, comadrejas, ratas, armadillos y ciervos, mientras cursaba la carrera e incluso antes. Pero esta propuesta era un verdadero desafío, no había en Argentina un desarrollo del área como para poder consultar, sobre procedimientos, normas de trabajo, riesgos, etc. Junto a Andrés Lemoine, un biólogo compañero del laboratorio, y el apoyo de nuestro director, el Dr. Enrique Segura, aceptamos la propuesta y nos embarcamos en este proyecto, que cambió para siempre mi forma de entender el comportamiento animal”.

III. Aprendizajes y diferencias
“Los animales tienen dos formas de aprendizaje que son las más usadas. Por un lado, la habituación, que consiste en acostumbrarlos a los estímulos irrelevantes intervinientes, para que los animales se concentren sólo en lo que importa. Por otro lado, el condicionamiento instrumental donde se aparean premios a las conductas realizadas. Combinando esas formas de aprendizaje y conociendo el temperamento y las características especiales de cada especie, se resuelven el grueso de las performances”, cuenta Gabelli a Haciendo Cine. Consultado sobre la diferencia entre trabajar actoralmente con insectos pequeños y cómo es el paso, luego, para trabajar con animales más grandes ha dicho, para sorpresa, que “no hay diferencia alguna entre unos y otros. Lograr que una abeja vuele hacia una botella de jugo de naranja sujeta a una arnés que la posiciona solidaria con la cámara es tan maravilloso para mí como lograr que un elefante simule ser un caballo en una prueba hípica y en lugar de saltar las vallas, las rompa. Ambos trabajos están basados en el uso del condicionamiento instrumental y la elección correcta del refuerzo (miel para la abeja y batatas y manzanas para el elefante)”.

IV. Cuidado especial
Profesando aquel postulado de Spiderman, “todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”, que a Gabelli le calza como anillo al dedo, éste es consciente y prioriza, siempre, el bienestar de los animales: “Trabajamos con animales que tengan documentación. Los animales deben pertenecer a alguna institución o propietarios que tenga su tenencia legal, con todos los papeles necesarios que las Direcciones de Fauna o las oficinas de Sanidad Animal les exige. Eso implica un incremento en los costos pero redunda en no tener que esconder nada. Los animales viajan en las mejores condiciones posibles y sin tener que andar esperando en una caminera o un aeropuerto de faltar algún documento”. Además, para finalizar, añade que “muy al contrario de lo que la gente piensa, un animal maltratado no puede actuar, es una contradicción”.

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