Nota sobre Netflix Latinoamérica

MEDIO: Haciendo Cine
FECHA: Octubre 2011
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Cinefilia liquida

Acaba de llegar Netflix a la Argentina y, a raíz de ello, le pedimos a uno de nuestros escribas que lo pruebe, lo manipule y luego nos cuente su experiencia acerca del servicio que intentará presentarle batalla, entre otras cosas, al video streaming pirata y que cambiará, además, la manera en que concebimos la cinefilia. Por Hernán Panessi

UNO
Vino Netflix a la Argentina y, según parece, la cultura de consumo volverá a mutar. Es que la vida, desde el punto de vista de la biología, implica la capacidad de nacer, crecer, reproducirse y morir, y, a lo largo de sucesivas generaciones, evolucionar. Ese mismo concepto puede ser aplicado a la tecnología y, aún así, también tendría su correlato darwinista. Resulta que prácticamente junto con la noticia de tal advenimiento resuenan los ecos de una baja sensible: en los Estados Unidos, Netflix perdió un millón de abonados –de los 23 millones de suscriptores vigentes- y sus acciones cayeron 26% en dos días. A la sazón, escuché decir al periodista cordobés Miguel Peirotti una frase que sintetiza el estado actual de los video on demand universales: “Por el momento, ningún servicio de películas online ofrece un catálogo igual que el de los videoclubes grandes de los 80s”. Por lo visto, aunque les parezca absurdo a las nuevas generaciones, las nostalgias de formato todavía prestan batalla bajo alguna forma, sensación, concepto o sentimiento. Aquí y allá, acá y más allá.

DOS
Dicen algunos que Netflix fundió a Blockbuster (digital vs. analógico). Otros entusiastas comentan que, en realidad, la cosa resultó más apocalíptica y truculenta: lo asesinó (analógico vs. digital). Lo cierto es que para competir con el VOD de Telefónica y Cablevisión, ahora también, seducidos por el bajo costo de las licencias, llegó Netflix a nuestro país (lo digital copando la parada). No resulta tan curioso que, justamente, lo que acá es bondad, en Europa y Asia sea impedimento: las licencias son caras y prevén que, por ello, les costará desembarcar de dos a cuatro años. Además, a nivel mundial, muchos señalan que éste sería un golpe fuerte para la piratería. ¿Y qué significa eso? Pues que los modelos de consumo y negocios han mutado. Que hace tiempo, además, los pocos videoclubes que quedan son más lugares de culto que templos victoriosos. Y que, en teoría, la avanzada de la piratería puede ser no tan letal si lo ofrecido significa buen servicio. Es que ahora, pagando una membresía –posible, en efecto- se puede acceder a una buena cantidad de material audiovisual, elegir la configuración de video en buena, media y máxima calidad para regular el streaming según el ancho de banda, y, todo, en la comodidad del hogar. Un hogar perezoso que propone tener acceso a un todo indiviso sin moverse nunca jamás de él, salvo para ir a pagar Internet y los servicios. Aunque, claro, también podría hacerse desde esa misma silla en la que se miran Amelie, entran a la CNN, encargan por Amazon un libro de Stieg Larsson, compran tickets para el Village Cinemas, hacen online ordering en la hamburguesería Whitecastle o siguen fervientemente Desperate Housewives, como si fuera lo último que hagan, lo último que hagan...

TRES
Así, la compañía norteamericana debuta en el mercado local ofreciendo ver películas y series desde PC, Macintosh, consolas de videojuegos, dispositivos móviles o televisores con acceso a la Red, bajo un costo mensual de 39 pesos, menos de 10 dólares. La falencia, aquí, es que todavía no puede utilizarse desde iPhone, Xbox 360 ni iPad, pero Wilmot Reed Hashtings Jr., CEO de Netflix con pasado en la todopoderosa Microsoft, mencionó en la presentación local que “estas opciones estarán disponibles antes de fin de año”. Ahora sí, que Netflix se ve bien, nadie puede negarlo. Sin embargo, esa fruición todavía no podrá llevarse a cabo con plenitud ya que cuenta con un catálogo considerablemente corto –unos 500 títulos, nada de estrenos cinematográficos ni televisivos hasta después de un año de sus pasadas en cines- y con un buscador, pareciera, en fase experimental. Es que la tecnología que usa Netflix en Latinoamérica no es la misma que en los Estados Unidos. Entonces, hasta la fecha, en relación precio y calidad, los 39 pesos por mes resultan a considerar, teniendo muy en cuenta, por un lado, la calidad del video, la multiplicidad de formatos de reproducción aceptados y su buena transmisión. Por el otro, emerge la pobre selección de películas disponibles, la falta de disponibilidad del full HD y la inclusión de audios en español del 80% del catálogo, en otro de los sectores a mejorar en los próximos meses, según ha dicho el propio Reed Hashting. Por ello, hasta el momento, uno de sus mejores ganchos para captar clientes argentinos es el mes de suscripción gratuita. Ahí se ofrece, llenando un formulario relativamente sencillo, incluyendo un número de tarjeta de crédito internacional (sólo Visa o Master Card), nombre, mail y poco más, un trial de cómodo uso y baja simple. En consecuencia, si mejoraran el catálogo, cuestión que uno espera sucederá, el vuelco se entiende inevitable. Habrá que ver, eso sí, si la toma de conciencia por parte de los usuarios en cuanto a la problemática ilegalidad-legalidad se hace manifiesta. Por lo pronto, su institucionalización está latente, muy verde.

CUATRO
Como usuario del servicio, Netflix no puede dejar de hacerme recordar aquel maravilloso video de X-Press 2 con David Byrne, “Lazy”, cuyas imágenes anticipaban a la sociedad del futuro que mostrara posterior y tan perfectamente Pixar en su clásico inmediato Wall-E, cuya letra, también brillante, decía así: I'm lazy when I'm lovin', I'm lazy when I play; I'm lazy with my girlfriend a thousand times a day; I'm lazy when I'm speaking, I'm lazy when I walk; I'm lazy when I'm dancin' and I'm lazy when I talk. Lo verde, se hace verde dolar; el confort, binario y el entretenimiento, borgeano. “Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real”, dijo el maestro en El Aleph y ya nada será igual. Como aquel VHS que me mira desde su anaquel cómo escribo esta nota y parece decirme: “pero flaco, acá estoy, meteme en la videocassetera”. Y un día, Internet hizo que todo y todos seamos efímeros.

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