Entrevisté a Ariel Winograd y Nathalie Cabiron por Vino para Robar para Haciendo Cine. Pueden encontrar la nota en el número de julio, en todos los kioscos del país.
Wino para robar
Después del éxito de Mi
primera boda, Ariel Winograd vuelve al ruedo con Vino para robar,
una comedia de acción protagonizada por Daniel Hendler y Valeria Vertuccelli.
Su experiencia en Hollywood. El hacer películas para el gran público. La
construcción de un star-system alternativo. Los nervios ante un estreno. Su
mujer. La vida. | Por Hernán Panessi
La voz –seca, adulta,
ronca- llega a través del teléfono.
—Llamame en un minuto.
En algún lugar de Buenos Aires, probablemente en Palermo,
se escuchan ruidos y esa voz de hombre que masculla –monocorde pero amigable,
con olor a noche aunque es de día- un encuentro.
***
Lunes,
tarde. Bar. Palermo, Buenos Aires. El hombre de la voz seca, adulta y ronca,
monocorde pero amigable, con olor a noche aunque es de día, lleva campera
negra, pantalón a cuadritos beige y zapatillas oscuras. A su lado, una mujer de
vestido claro habla por teléfono. En la mesa hay restos de bebidas: una taza de
café vacía, una Coca Cola Light a medio terminar junto a dos rodajas de limón
que no fueron usadas.
—Nathalie, mi pareja. –dice él, presentándola a ella.
Ella saluda sin perder la conversación que lleva adelante
por teléfono. Él la introduce porque la sabe importante. Él es Ariel Winograd,
director de cine. Ella, Nathalie Cabiron, productora de cine, su productora,
mujer y madre de su única hija.
***
Ariel
Winograd está por terminar su cuarto largometraje: Vino para robar. Se
lo ve algo cansado, impaciente y bastante nervioso. Nathalie Cabiron, se huele,
es quien lleva adelante la parte racional del cuento: produce y nunca se sale
del rol.
—¿Cuánto dinero salió Vino para robar, Ariel?
—No tengo idea, esas cosas no me interesan. Que te
responda ella.
Y
ella, sin soltar el teléfono, mira con la única cara que puede mirar. Mueve la
cabeza cabeza para un lado y para el otro haciendo el gesto universal del “no”.
Claro, es que a ningún productor le gusta hablar de esas cosas.
—¿Cuánto salió dinero Vino para robar, Nathalie?
—No debería decirlo pero salió 8 millones de pesos.
–responde y sigue en la suya.
***
La película está protagonizada por Daniel Hendler y
Valeria Vertuccelli, una pareja que nunca antes había trabajado junta. De
movida, ambos son parte del cosmos de actores convocantes. Esos que mueven al
espectador argentino de la casa a la butaca de los cines. Aquí, Hendler es
Sebastián, un experto en robos. Sebastián conoce a Natalia (Valeria
Bertuccelli) cuando está intentando robar una importante pieza de arte de un
museo, y ella le gana de mano. Rivales declarados, los dos tendrán que trabajar
juntos más adelante, en un robo más complejo: una botella de Malbec de Burdeos
de mediados del siglo XIX, catalogada como uno de los mejores vinos del mundo y
celosamente guardada en la bóveda de un banco, en Mendoza.
—Es una botella que se guarda desde la época de Napoleón
III. En Francia, en el 1800, los vinos eran blends, no eran varietales. Los
varietales empezaron a existir hace cuarenta años. Entonces, todos los vinos
eran mezclas de uvas distintas. Pero había mucho Malbec. Eso es algo de lo que
Francia trató de ocultar porque vino una plaga. Y la plaga se comió al Malbec y
a otros varietales. En cambio, el Cabernet fue el único que sobrevivió. Así,
ellos empezaron a sembrar Cabernet y comenzaron a hacer vinos basados fundamentalmente
en uvas Cabernet. De esta forma se convirtieron en los que mejores hacen el
Cabernet en el mundo. Y el Malbec quedó rezagado. En Mendoza se da bien el
Malbec. Hoy compite en los mercados internacionales. El caso es que esta
botella es anterior a la plaga, donde, si bien es un blend, es... –acá,
Nathalie es interrumpida por Ariel.
—Estás omitiendo un detalle importante: supuestamente,
Napoleón III era un fanático grosso de los vinos, que tenía cultivos secretos
en todo el mundo. Y uno de esos lugares sería Mendoza, antes de que se llame
Mendoza. Y esa botella contendría “el Malbec original”.
—Está bien. Lo importante es que es Malbec y que los
franceses negaron el Malbec.
—No, pero ese dato lo sacamos después de juntarnos con
especialistas en Mendoza. No estaba en el guión. Nos ayudaron a construir esta
historia que tiene un poco de verdad y un poco de fantasía.
***
Y fue Mendoza, durante unas seis semanas, el lugar en
donde se desarrolló el rodaje. Por caso, los paisajes no fueron pensados en
términos de una co-producción, sino que estaban plantados desde el guión
original. Es que, además, Mendoza tiene una característica muy especial: su
clima es igual al de Hollywood. Ahí no llueve nunca.
—Filmar en Mendoza fue increíble. Tiene unas locaciones
que todavía nadie, en el cine argentino, vio. –señala ella.
—Bueno, las vimos nosotros. Ya está. –arremete él.
—¿Y por qué nadie había hecho una película así?
—Porque es un quilombo. –responden ambos, al unísono.
***
Vino para robar es una película sobre robos pero,
justamente, una donde se roban un vino. Una historia que pertenece a un género
inexplorado en nuestro país: los caper movies, películas de atraco cuyos
máximos referentes son Rififi, La Gran Estafa, La Estafa
Maestra y casi todo el cine de Jean-Pierre Melville. Y sobre ese género,
Winograd tiene una experiencia poco difundida: trabajó como video asistente en El
Plan Perfecto, aquel film norteamericano dirigido por Spike Lee donde un
grupo de ladrones roba un banco burlando a todos.
—Volví a verla y había unas cosas de grips, de camionetas
y muchas otras cuestiones que estaban buenas y las metí en la película.
De Hollywood a Palermo, y de Palermo a Mendoza sin
solución de continuidad.
—¿Por qué no difundiste nunca ese dato?
—Porque no. Siempre perfil bajo.
***
La hora avanza y hay algo sin terminar. Winograd se
impacienta, suspira. Cabiron, mucho más. Algo realmente importante late. Y
mucho, mucho más teniendo en cuenta que el estreno será en semanas. ¿Qué cosa
falta? Pues, la película. Vino para robar tiene un corte de montaje y
está recibiendo todo el tratamiento de color más algunos detalles digitales en
post-producción. El laboratorio que está trabajando en los detalles del
largometraje es Cinecolor. Se habla de cine argentino. De cómo conquistar al
público. De encontrarle la vuelta a esa intríngulis furiosa de generar un
star-system alternativo a Ricardo Darín y Juan José Campanella.
—Hendler viene de tener un año increíble con Graduados.
Filmamos en Mendoza con vallas, como en Hollywood. La gente se volvía loca por
sacarle fotos. –apunta Winograd mientras paga la cuenta de aquel café y Coca
Cola Light que tomaron junto a su mujer.
Star-system. Daniel Hendler. Valeria
Bertuccelli. Palermo. Mendoza. Hollywood.
Y seis son las cuadras que separan al bar del laboratorio.
Al ocio del laboro. A la incertidumbre del “¿qué pasará?” de los nervios del
“¿qué pasó?”.
***
Lunes,
tarde-noche. Laboratorio. Palermo, Buenos Aires. Un sillón de cuero frente a
una enorme pantalla. Delante, un termo vacío apoyado sobre una mesa de vidrio.
Detrás, una consola enorme con tres computadoras Mac de última generación que
parecen controlar el lugar.
—¿Querés ver cómo quedó la escena del puente? –le dicen a
Winograd desde esa consola enorme que parece manejarlo todo.
Y Winograd, suspira.
Hay,
en la dialéctica de los productores con los directores, una lucha de gigantes
por el corte final de la película. En la pantalla, Hendler y Bertuccelli paran
un micro. El cielo es de noche. O, más bien, luce de noche. Ese cielo sería
tocado digitalmente ya que la escena original fue filmada de día. Y Winograd,
suspira. Lo hace porque está en contra de la decisión de virarlo a noche. Al
diálogo se suma gente de Patagonik, productores de la película. En la
producción, coinciden en que el cambio suma. Y Winograd, suspira.
***
Winograd es conocido en el mundo de la cultura juvenil por
ser el director responsable de un buen puñado de videoclips de la banda de
skate rock Massacre. Además, es el realizador de Cara de Queso: Mi Primer
Ghetto, una de las películas más celebradas por la cinefilia nerd
argentina.
—Cara de Queso es casi como un documental de mi
vida.
También, dirigió la incunable Fanáticos y el éxito
rotundo de Mi Primera Boda, con Daniel Hendler y Natalia Oreiro,
película que metió la friolera suma de 300.000 espectadores.
—¿Y cómo crees que le irá a Vino para robar?
—La verdad, no lo sé. Si supiera, sería todo más fácil.
Pero 300.000 espectadores estuvo muy bien, ¿o no?
Cabiron mueve la cabeza de un lado al otro, haciendo el
gesto universal del “no”. Y Winograd, con su voz seca, adulta, ronca, monocorde
pero amigable, con olor a noche siendo ya de noche, suspira y dice:
—300.000 estuvo muy bien.
Y así, con el sigilo de un ladrón de bancos, desaparece.
Vino para robar se estrena el 1 de agosto del 2013.
De guiones y productores
El guión de Vino para Robar lo
escribió Adrián Garelik, un debutante en el mundo del cine comercial, un
profesional del mundo del teatro. “Adrián lo tenía dando vueltas hace cinco
años. El primer mail me lo mandó el 29 de mayo del 2012. Ahí lo leí por primera
vez”, apunta Winograd. Del mail al estreno: un año y tres meses. Dice la
leyenda que estuvo por ser dirigido por Hernán Goldfrid, el mismo de Tesis
sobre un homicidio, quien habría dado unas devoluciones que, según parece,
quedaron en el guión final. Y ese guión, que agarraría Nathalie Cabiron y
acercaría sin éxito al productor de éxitos Axel Kuschevatzky, terminaría en
manos de Patagonik y Canal 13. Winograd: “Para hacer una película así, la cosa
es estar con Telefe o Patagonik. No hay otra. Ojo, tampoco es una película
cara. Cara es, por ejemplo, Metegol”.
Por otro lado, “Vino para robar
es el cine que me gusta y el que trato de seguir haciendo. Dentro del cine de
género, dentro de la comedia, siempre intento darle improntas personales a mis
cosas, dejar una marca”, arremete el director. Y ante la pregunta de “¿cuándo
se enamoró de la película?”, contesta: “Primero me enamoré de mi mujer, después
de mi hija y, más tarde, me puse de novio con la película”. Y Nathalie Cabiron,
su productora, mujer y madre de su única hija, hace una mueca irreproducible. |
Por Hernán Panessi
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