Artículo sobre Hermanos de Sangre, de Daniel De la Vega, en la Haciendo Cine de junio 2013. Página 1 y 2.
Con bravura y tesón, el cine de género
argentino sigue marcando el pulso de las carteleras comerciales. Y con Hermanos
de Sangre, el director ganador del último festival de Mar del Plata reaviva
las energías que atomizó transitando algunas sendas curiosas del cine
independiente. | Por Hernán Panessi
Daniel de la Vega estaba en el baño.
Cuando ganó la competencia más importante del país, De la Vega estaba en el
baño. Sin siquiera soñarlo en lo más remoto de sus más perfectas fantasías, su
película, Hermanos de Sangre, se había hecho de la Competencia Nacional
del 27º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Llegó corriendo.
Agitado, tarde, pidiendo disculpas. Llegó, Daniel de la Vega llegó.
Después de largas tribulaciones que lo
tuvieron apostado en los márgenes, uno de los grandes especialistas del cine de
terror local dio el salto hacia las grandes ligas con una comedia. “De comedia
no entiendo nada. Era la historia de un gordito miserable y creí que podía
hacerlo”, dijo el director. Y remató: “Siempre tuve muchas dudas cuando la
realizaba, porque la comedia no estaba en mi terreno”. Sin embargo, Hermanos
de Sangre la rompe en mil pedazos. Aspira con los mismos pulmones
–hediondos, cinéfilos, retorcidos- que Robert Rodríguez y Quentin Tarantino y
escupe un aire que refresca a toda la palestra del cine nac & pop.
De la Vega, responsable de gemas
filmadas para el mercado norteamericano como La muerte conoce tu nombre
y Jennifer’s Shadows (esta última con protagónico de la actriz ganadora
del Oscar Faye Dunaway), siempre supo que lo suyo era el género. En su momento,
allá por el año 2009, lanzó una verdad como puño: “Los realizadores de género
nos vimos obligados a filmar en otro idioma, porque no encontramos apoyo en
nuestro país”. Y años más tarde, no sin antes transitar mil penurias, el apoyo
llegó.
Así, después de intentar aplicar a
varios subsidios, de unas complicadas experiencias con la vía indie –miles de
trabajos ad-honorem, las cuentas en rojo que seguían llegando- y de infinitas
reuniones con productores de todos los calibres, De la Vega comenzó a adoptar
una actitud pesimista: “Mis experiencias en el cine independiente no fueron
felices. Tampoco reniego de los resultados. Las películas que hice por encargo
adolecieron de falta de apoyo de quienes las producían. A partir de ese
momento, elegí no transitar más lo independiente. Primero, por lo económico. Es
que el cine independiente vive de sueños e ilusiones. Y segundo, no puedo pedir
más favores a esta altura”. Hermanos de Sangre se hizo con apoyo
capital.
En la ficción, Matías (Alejandro Parrilla, actor de las
arterias más autogestivas, conocido en el under por ser el JD7 de El Hada
Buena: Una Fábula Peronista) es un joven que vive sus sueños como
inalcanzables. Se enamora sin éxito de una compañera de trabajo. Lidia con su
propia personalidad y con la de los demás. Entonces, será Nicolás (Sergio
Boris, quien confirma cada vez que es uno de los actores más sólidos del país),
su misterioso mejor amigo, quien se enfrente al entorno social antagónico a sus
aspiraciones. Nicolás tiene la firme certeza de que Matías merece una vida
mejor. Por ello, hará lo imposible para que obtenga la felicidad, lo quiera o
no.
Dice el director: “Es un proyecto que me acercaron los
autores Nicanor Loreti y Germán Val. Me ofrecieron un libro que funcionaba pero
nadie lo ejecutaba”. Hermanos de Sangre es una historia de amistad y
valores. Una comedia pop llena de sangre, asesinatos y sutilezas. Una historia
que tiene, además de la intención expresa de romper con las convenciones de los
géneros cinematográficos que mama, un link umbilical, un linaje de sangre que
la une directamente a Diablo, también ganadora del Festival de Mardel y
ejecutada por muchos de los aquí implicados.
Sobre
su estreno, De la Vega aproxima que “merece una oportunidad”. Sin embargo, aún
levantando palmarés y encontrando cierto consenso en la crítica especializada,
por su cabeza perduran algunas dudas: “Tengo la fantasía que los argentinos
rechazan su propio cine. Ojalá me equivoque. Soy muy pesimista en ese sentido.
Tiene valores que a mucha gente le pueden gustar, aunque es más probable que no
la elijan”. Por su parte, el realizador del film reconoce el esfuerzo por mover
a los espectadores a las salas y no escatima en utilizar recursos para que ello
ocurra: “Hicimos un trailer de acción como si se tratara de Terminator.
Esa estrategia no la uso únicamente yo. Sólo que soy honesto y lo digo.
Especulo con que la gente entre engañada, usarlo como marketing y luego
gustar”.
Y, pese a la calidad perenne del
largometraje, es muy probable que el galardón marplatense le haya abierto las
puertas para el estreno. Incluso, se intuye que semejante empujón le facilitará
el acceso a futuros trabajos. “Estoy impulsando una nueva película: Necrofobia,
la primera película de terror 3D en Argentina”, señaló. Una verdad: Necrofobia
ya tiene distribuidora.
Aunque hoy todo parece funcionar con
naturalidad, el equilibrio tardó en llegar. De la Vega dixit: “En su momento,
una empresa líder me citó y destrozó mi película. Con ese background me
presenté en Mar del Plata. El resto, superó mis expectativas”. ¿Qué opinará,
justamente, sobre las opiniones de los demás? “Uy, el daño que podemos hacer
con una opinión... Creo que la crítica tiene mucho que aprender. Ojo, uno
aprende de las devoluciones pero tiene que hacer su camino. Siempre me dolieron
las críticas. Tengo que tener un criterio concreto a la hora de contar una
historia. Tengo que hacerme cargo de lo que cuento y no tanto de la opinión de
los demás”. Es que el equilibrio no corresponde a situaciones absolutas o
totalmente independientes. Costó, sí. Aunque al final, hubo recompensa: Hermanos
de Sangre llegó a los cines comerciales.
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