Reseña: Tideland (2005)

MEDIO: Revista THC
FECHA: Mayo 2012
Reseña: Tideland (2005)

Tideland
Inglaterra / Canadá, 2005 / 120 min.
Dirigida por TERRY GILLIAM

En un lugar mucho más temible y hasta psicotrópico que El País de las Maravillas, con la impía premisa que eso significa, Jeliza-Rose, la Alicia de este cuento, se dejará llevar por lo más fantasmagórico de la existencia y, también, por aquello donde lo oscuro tendrá forma de cotidianeidad pero que, sin embargo, no serán más que puras invenciones del fondo de la imaginación. Así, Tideland (2005), espeluznante largometraje dirigido por Terry Gilliam, nos entrometerá, sin ningún tipo de miramientos, en el inquietante mundo de una niña de ocho años que caerá –literalmente- en un agujero de conejos, después de la muerte de sus padres. En manos de cualquier otro cineasta, éste habría sido un cuento bastante deprimente; no obstante, Gilliam impregna toda la película con un sentido del misterio, de encanto y de concepciones lúdicas, haciendo que esa oscuridad –sobre todo: la capacidad de recuperación de un niño ante adversidades fatales, la soledad, el fin- parezca tan natural como de todos los días. Y este acierto, por caso, se acentúa a través del impresionante rendimiento de Jodelle Ferland (Jeliza-Rose & todos sus alter egos), cuya actuación es tan fresca y cautivadora que cualquier arranque de delirio nos suena a la más absoluta normalidad. Por eso, y porque es probable que tenga uno de los mejores tratamientos de la “infancia” de los últimos años de la Historia del cine, Tideland avanza como una tromba hacia ese impreciso instante donde todos, un día, nos convertimos perennemente en adultos sujetados. Con certificaciones de este tipo, entonces, está cada vez más claro que la libertad no tiene edades, sino que es un estado en la mente. / Por Hernán Panessi

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