Reseña de La Era del Rock

MEDIO: Haciendo Cine
FECHA: Agosto 2012
Reseña de La Era del Rock

Después del rock

Un musical protagonizado por Tom Cruise, Alec Baldwin y Russell Brand dibuja la caricatura del estándar rockero y sus vaivenes. Con La Era del Rock, siempre que el pasado lo permita, el musical contemporáneo quiere dejar el gueto cinéfilo y convertirse en millones.
Por Hernán Panessi


En Retromanía: La adicción del pop a su propio pasado, el crítico musical británico Simon Reynolds señala que lo retro tiene un significado específico: refiere a un fetiche autoconsciente por la estilización de un período (en cuanto a música, ropa y diseño) que se expresa creativamente a través del pastiche. Y La Era del Rock, cuya mayor influencia es la de su propio pasado –un pasado que está ahí, que es su ahora-, huele a Mamma Mía –sí, gran filme- y a This is Spinal Tap. O a: ¿qué pasaría si juntamos a esas dos y la mechamos en forma intensa con Casi Famosos? Y el resultado, por caso, deviene delicioso. Es que, por ejemplo, uno de los protagonistas de esta película, dirigida por Adam Shankman, tal vez el coreógrafo más importante de toda la industria, es el siempre vigente Tom Cruise. Un Cruise maduro, recién separado de Katie Holmes, que, de parabienes, no se toma enserio y eso, a la sazón, se percibe. Su personaje, de nombre Stace Jaxx, en un tino que lo hace quedar tan goma que da risa, es una suerte de héroe clásico del rock. La mitificación de lo sexual en un tipo que no sólo está quemado, sino que quema vivo (las mujeres se le derriten; y él, lo más campante en su microcosmos genital). Y queda claro que ésta es una de esas películas que, como a Cruise, no hay que tomársela en serio. Hacerlo sería: a) faltarle el respeto, b) ser un idiota, c) faltarle el respeto y ser un idiota. Sucede que La Era del Rock está en línea directa con las comedias musicales de Broadway, tan ávidas para la parodia, a las cuales, sin ir más lejos, adapta desvergonzadamente: aquí aparece la obra homónima de Chris D’Arienzo, que aún sigue en actividad desde el 2005 y goza de plena salud.
En la historia, un chico, Drew (Diego Boneta), y una chica, Sherrie (Julianne Hough), ambos oriundos de pueblos pequeños, viajan al Sunset Street para cumplir sus sueños de triunfar en Hollywood. En medio, un legendario bar, regenteado por Dennis (Alec Baldwin) y Lonny (Rusell Brand), los toma como empleados bajo la promesa –luego incumplida- de “no ser cantantes”. Mientras luchan con unos gobernantes pretenciosos (Bryan Cranston y Catherine Zeta-Jones), contratan a Stacy Jaxx (el mencionado Cruise) para tener, allí, la mejor noche de sus vidas. Sin embargo, no todo sale como lo planeado y, para colmo, el polémico manager, Paul Gill (oh, san Paul Giamatti), se manda de las suyas. Este clima de acciones joviales se ve acompañado por un buen puñado de música ochentosa, esa que hace mover hasta la patita del más tímido. Así, aparecen desde Poison a Bon Jovi, pasando por Twisted Sister, Scorpions y Guns N’ Roses. Todo, sujeto bajo ese postulado de “si tanto lo anhelás, puedes conseguirlo”. Porque, hay que decirlo, los musicales fueron creados para animar a la gente en tiempos de crisis –los años dorados del género fueron durante el Crash del ’30 en los Estados Unidos- y, en épocas de poca factura creativa, el revival, el culto por lo añejo, aquí, termina siendo la mejor solución. Dicen que todo tiempo pasado fue mejor; y, si es cantado y concatenado en un cuento, dos veces bueno.

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