MEDIO: Suple No (Diario Página|12)
FECHA: Marzo 2013
Gastronomía pop y hipsterismo, acá.
| Por Hernán Panessi
“Cada vez que un nene compra una Cajita Feliz, lloran las empanadas.”
Ricardo
Iorio, líder de Almafuerte
El
Síndrome de Olaf el Vikingo es más o menos así: Olaf, en su tira cómica, iba a
comer siempre al mismo y horrendo lugar. Las porciones eran pequeñas. Como buen
glotón, se quejaba, sí, pero seguía yendo. A contramano, Bolivia le dijo
“¡chau, hasta siempre!” a Mc Donalds, prefiriendo sus típicas empanadas por
sobre cualquier hamburguesa. Y en Argentina, el consumismo pop le da la bienvenida
a marcas de gastronomía bien made in USA como Wendy’s, Starbucks, Subway o, desde hace poco, a
Kentucky Fried Chicken. ¿Somos lo que comemos? ¿Por qué compramos lo que
compramos? ¿A quién queremos impresionar? ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?
En
los ochenta, la juventud criolla devoraba altas cantidades de hidratos vía un
local de mascota sonriente. Aquella, que respondía al nombre de Hipo, fue la
cara visible de Pumper Nic, rey del fast food nac & pop que abrió
sus puertas en 1974, consiguiendo más de 70 sucursales en todo el país. Las
mismas que, luego de su esplendor, tuvo que cerrar en 1996 después de
presentarle batalla a las incipientes cadenas de Mc Donalds y Burger King. Hoy,
a más de quince años de su defunción, desde Internet se disparan rumores de una
posible vuelta. Al menos, así lo aseguran un Facebook
(www.facebook.com/vuelvepumper) y un Twitter (www.twitter.com/vuelvepumper).
Ahora
mismo, como tic de una ecuación que infiere cafetería sofisticada, sumado a
foto pasada por Instagram, Starbucks evoca a la sensación de pertenencia y copa
la parada de los puntos de encuentro 2.0. Con Wi-Fi, sillones de cuero, tonada
internacional –su símbolo más
extranjerizante-, proponiendo siempre un aire a no lugar –tara genérica de la globalización- al tener
todos la misma estructura edilicia, entre otros avatares, la cafetería nacida
en Seattle ya cuenta con más de 50 locales en el país. Y el hipsterismo
vernáculo, feliz. Frappuccino Late. ¡Clic! Filtro vintage. ¡Túc! Derecho a
las redes sociales.
Y
desde aquí, emerge un concepto que las marcas han ido incorporando: el
emplazamiento de producto. Según visiones del marketing empresarial, “el product
placement consiste en la inserción de un producto, marca o mensaje dentro
de series de TV, videoclips, cine, videojuegos y otros”. Starbucks, por
ejemplo, lo entendió de movida metiendo referencias en películas tan disímiles
entre sí como Yo soy Sam o Shrek 2. Y también en series, yendo de
Ally Mc Beal hasta Sex and the City. Siendo el libro Cómo Starbucks
salvó mi vida, que será película en breve, su máxima expresión.
“Por
$5 más me ponen doble ración de albóndigas, pero es caro: $60 el combo”, se
escucha decir a Mariano, vecino del Subway de Av. Pueyrredón al 2600, una de
los dos sangucherías norteamericanas que pululan por el barrio porteño de Once
(la otra queda en Av. Corrientes al 2900). Porque, claro, las grandes cadenas
no sólo llegaron para colonizar la cultura gastronómica, sino también los
barrios. Tal es el caso de Subway, que supone una alternativa casera
(“Hacelo con tu propia receta”, dicen), en el ámbar de la comida rápida. Su
público se funde y confunde, así, en busca de la gula moderna: la ilusión del
sánguche por centímetro. ¿Cuántos locales tiene? Casi 100 a lo largo y ancho
del país.
A
raíz de esas campañas que generan ansiedad (“Estamos llegando”, disparan),
alguien relata en Taringa! cómo hizo la primera fila en la hamburguesería Wendy’s de Av. Cabildo al 2200. “Tenés una hora de
demora”, le dijeron hace un año atrás al usuario “Lucaeseldiegui”, cuya primera
compra resultó: “3 Baconator, 2 Coca Colas, 1 Sprite, 3 papas con queso cheddar
y 1 bacon fries”. Agregaría: “Me costó $134”. Y esas filas interminables
generadas a través de la novedad –que no es tal: Wendy’s estuvo en el país hasta el 2000-, terminarían
diluyéndose con los días.
Mismo
eco resonó en el nuevo Kentucky Fried Chicken, ubicado en el Alto Palermo, que
arribó al país en enero. Las frituras de pollo más famosas del mundo hicieron
las delicias de las consumidores voraces por la novedad. Asimismo, está por
llegar Donkin Donuts, la cadena especializada en donuts. Y aquí, es cantado,
cada vez que emerja el seductor “Estamos llegando”, una legión de anónimos se
quejará de las largas colas, los amarretes tamaños de los alimentos y sus altos
precios. Esos mismos que, como Olaf el Vikingo y lejos del affaire boliviano,
seguirán estando ahí, firmes en primera fila, siendo testigos de tal
acontecimiento (único, intransferible) para contárselo a quién sabe quién, vaya
a saber con qué fin y para qué cosa.
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