Nota publicada originalmente en el #142 de la revista Haciendo Cine, edición noviembre 2013.
Acá, la versión online.
Olivia Wilde no es una
chica cualquiera. Por eso, la pregunta del “¿Quién es esa chica?” sale en voz
baja y rapidito. Trabajó en Dr. House y en The O.C. Hizo vasto
cine y televisión. Y ahora, su figura desembarca en nuestro país tomando de una
mano a Drinking Buddies (uno de sus últimos trabajos) y de la otra al
Festival de Mardel (donde se exhibirá). | Por Hernán Panessi
Una nuca imposible –entre
los que se distinguen unos hilos dorados que son cabellos pero bien podrían ser
cualquier expresión celestial- se sirve cerveza tirada. Esa nuca –que es un
cuerpo de mujer pero hay chances de que sea la encarnación de un ente
todopoderoso- camina atravesando toda la atención masculina. Unos ojos -también
imposibles- se dirigen a una parejita que está por casarse. Y tras esa calma
apacible, está ella. Se la ve suelta, desenfada. Canchera pero sin soberbia,
con aires femeninos entre tantos varones. Y de fondo, Richard Swift
escupe: “Lady luck, she is lovely. Lady luck, she is free”. Y Richard Swift
tiene razón: Olivia Wilde es encantadora y libre.
En Drinking Buddies,
una de las grandes apuestas del 28º Festival Internacional de Cine de Mar del
Plata, Olivia Wilde hace de Kate, la única empleada de armas tomar en una
cervecería repleta de machos. Ahí, coquetea con su compañero Luke (Jake
Johnson) pero el entretejido apunta que están marcados emocionalmente: ambos
tienen pareja. Se las presentan entre sí, se las restregan por la cara. Y para
unir más esa cofradía improbable, deciden irse un fin de semana de viaje. Juntos,
los cuatro. La tensión entre Kate y Luke aumenta. Pero el Dios del Cine apreta
todos los botones y otras cosas son las que terminan sucediendo. Sin embargo,
hay algo que está claro –y el título, para eso, funciona de maravillas-: ante
todo, son compañeros de copas.
Es sabido que la
neoyorquina Olivia Wilde se volvió mundialmente famosa luego de su papel en la
serie Dr. House, donde interpretaba a la Dra. Remy Hadley, una médica
con clara orientación bisexual. ¿A qué viene ese comentario? Es que, también,
años antes, tuvo una destacada –y polémica- participación en la tira juvenil The
O.C. Allí, Wilde, que era Alex Kelly, tuvo un romance con Marissa Cooper. Y
el vulgo dijo: “ah, sí, ya sé, es la lesbiana de The O.C.”. Y el mundo
dijo: “qué mujer más linda”.
Comenzó su carrera
profesional con La chica de al lado, algo que –en efecto- no es. Trabajó
con Cassavetes –Nick, no John- en la dispar Alpha Dog. Metió hit popero
con Tron: El Legado y lo legó en Cowboys & Aliens. Hizo
comedia con Ryan Reynolds y Jason Bateman en Si fueras yo. Fue dirigida
por ese fabricante de éxitos llamado Ron Howard en Rush. Y si de
directores hablamos, la tuvo Spike Jonze en Her.
Y en la vida, alguien
la supo ver. Un príncipe –astuto, visionario, acaparador- pudo divisarla desde
lejos. En el año 2003 y con sólo 19 años de edad contrajo matrimonio con el
príncipe –sí, lo de “príncipe” es literal- Tao Ruspoli, miembro de una de las
dinastías más prestigiosas y adineradas de Italia. La supo ver pero Wilde, ya
quedó comprobado, es libre. Entonces, se le piantó. Y como resulta ser una
fémina encantadora, se juntó con un ídem: Jason Sudeikis, comediante del elenco
estable de Saturday Night Live. Y la justicia poética ordenó su cosmos
uniendo a una belleza con un gracioso. Y el gracioso la tiene complicada: se
puso a noviar con la más bella. Y el vulgo tiene un consuelo: “al menos no es
un príncipe de esos literales, sino alguien más cercano al humano promedio”. Y
el mundo dijo: “¡andate a la puta que te parió!”.
Y esta sección toma autoconciencia –una
vez más- cuando apunta que hace exactamente un año, en la edición pasada del
Festival de Mar del Plata, pasó por aquí Soko. Una actriz y cantante francesa
–también ambigua, la de los lunares en la cara, ¿se acuerdan?- que protagonizó Augustine
y ganó el premio a la “Mejor actriz”. La apuesta –que tiene poco de capricho y
mucho de fáctico: la rompe fuerte en Drinking Buddies- es augurar mil
distinciones para con Olivia Wilde. Y que el vulgo diga: “ay, qué horror el
metaperiodismo”. Y el mundo arremeta: “si hay distinciones, ella las merece a
todas”. Por encantadora y libre. Pero mucho más, por compañera de copas.
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