Escribí una nota sobre la historia del mítico videoclub Mondo Macabro para el #18 de la Revista Irrompibles.
Mondo Macabro, una historia posible
Friquismo, cultura
alternativa, placeres de orillas. La calle Corrientes tuvo, durante mucho
tiempo, dos paradas obligatorias para los inconformistas: Camelot Cómics Store
y Mondo Macabro. Ambas –piedras fundamentales del delirio- sumaron a la
construcción del imaginario contracultural de los ’90 y ‘2000. Aquí, entonces,
el recuerdo al videoclub especializado en cine extraño más importante del país.
| Por Hernán Panessi (@hernanpanessi)
El Godzilla está ahí:
tieso pero amenazante, polvoriento pero vivo. Enquistado en lo más profundo de
la Galería del Óptico, en Av. Corrientes al 1200, entre vinilos y gafas, un
Godzilla verde de dos metros. El aire caliente
expulsado por los aires acondicionados de los locales da justo en la frente de
cualquier fisgón: la galería no invita a entrar. Pese a todo, el público
siempre buscó maravillarse. Y para eso, ¿qué mejor que un Godzilla verde de dos
metros en la puerta de un local pintado con monstruos imposibles? Ahí funcionó
el videoclub más importante para todos los amantes del terror, gore y cualquier
deformidad o rareza cinematográfica existente. Un espacio de resistencia para
la cultura subterránea, alternativa y de márgenes. La sensación de infinito
latía en Mondo Macabro. Fue un lugar donde pararon luminarias del cine, la
música, la historieta, el periodismo y la literatura. Un lugar donde jueces
alquilaban porno y ancianos, films tóxicos. Y en medio, mucha cinefilia.
¿Estrenos?
No, los estrenos estaban en Blockbuster. Corría el año 1993, donde conseguir
material raro era toda una odisea. Circulaban pocos tapes piratas y, para
conseguir joyas internacionales, había que contactar a los propios
realizadores. Mientras tanto, los videoclubes cerraban y abrían las canchas de
paddle. El boom era otro. A contramano, un grupo de amigos se la pasaba
hablando de cine extraño. Hasta que un día, la necesidad por mover aquello
trajo una idea ambiciosa: “¿Y si juntamos nuestras colecciones privadas y las
ponemos en alquiler?”. Así fue. Por eso, con un total de 500 películas, parte
el mito: nace Mondo Macabro. Fueron cinco miembros fundadores, entre los que
estaban el periodista y productor Axel Kuschevatzky y Uriel Barros, que fue
quien perduró hasta el último de los días.
Para su fundación,
Mondo Macabro tuvo una influencia directa: las Noches Bizarras que organizaba
el mítico Fabio Manes, ocurridas en la misma galería donde finalmente estuvo el
videoclub. Nombres como Octavio Fabiano, Fernando Martín Peña y Diego Curubeto
eran quienes movían los hilos de un cine disidente. Y desde allí, la novedad.
“Bizarro” era una palabra que circulaba por esos círculos. Bizarro, que para el
diccionario es: valiente, temerario, sagaz. Asimismo, “Bizarre” estaba escrito
en las carátulas porno y sonaba como estrambótico. Y lo estrambótico, gustaba.
De hecho, por un momento el local iba a llamarse “La tiendita del horror”,
nombre que finalmente fue desestimado por naif. ¡Bizarro! Circulaba mucho,
asimismo, la palabra “Mondo”. Mondo: sub-género que mostraba cómo se vivía en
las sociedades más pobres, pero siempre mostrando sus lados más enfermos. Y
eso, también gustaba. La idea era que el proyecto terminase con doble “O”: O-O.
¿Mondo Bizarro? No, ya lo habían usado Los Ramones. Hasta que un amigo de la
banda, llamado Nicolás López, sugirió el nombre: Mondo Macabro. ¡Ping! ¡Púm! ¡Pan! Y de ahí, a la eternidad.
En los años noventa, los
mismos responsables de Mondo Macabro abrieron otro local en la galería: Mondo
Erotika, un lugar para conseguir pornografía y cine de diversas genitalidades.
Al notar que era la misma gente que entraba a ambos comercios decidieron
alquilar el lindero, tirar la pared y anexarlo. Y la historia se expandía. Su
público, entonces, podía encontrar cine musical, terror, documentales
shockeantes, films de culto, autores consagrados, truculencias varias y ahora,
además, porno.
Lo dicho: muchas fueron
las luminarias que pasaron por Mondo Macabro. Nombres como Pipo Cipolatti, Dee
Dee y Marky Ramone, Santiago Segura, Ingrid Pitt, Tito Torbe, los Massacre,
Lance Henriksen, Marcelo Pocavida, Kato “El Ninja Blanco” y muchos más. De
hecho, bandas como los Babasónicos, llevados hasta allí por Daniel Melero,
tomaron mucho de su imaginario: de lesbianas vampiras asesinas hasta Russ
Meyer, de las go-go dancers hasta las películas de motocicleta. Todo quedó
impreso en sus primeros discos. Se alquilaban videos, se tomaban los audios,
terminaban en sus CDs. Mondo contribuyó a las búsquedas inconformistas.
Quedarán para siempre los bateas repletas con sub-géneros de sub-géneros: de
nun-exploitaition hasta nazi-exploitaition, de satanismo hasta nudies, todos
con sus respectivas reseñas anárquicas en los cartones. Hasta el día de su
cierre, el fichero de socios tenía unos 5800 nombres.
Fueron 18 años de
historia. Una galería de personajes freaks, un tendal enorme de referencias
imposibles, cantidades monumentales de horas en cintas de video, incontables
héroes del underground que pisaron su espacio vital. Su cierre fue una herida,
como la dejada por el final de Camelot Cómics Store, que la contracultura aún
no sanó. Mondo Macabro cerró en enero
de 2011, pero hubo un arreglo: pese al cierre, el Godzilla se mantuvo. Los turistas
van a sacarse fotos con él, los nostalgiosos piantan lágrimas en su honor, los
curiosos de siempre siguen sorprendiéndose ante su inmensidad. Y él, tieso pero amenazante, polvoriento pero vivo, sigue
allí.
1 comentarios:
Muy bueno
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