Nuevo Cine Independiente: La vanguardia cinematográfica desde Argentina

MEDIO: Revista Stage One (México)
FECHA: Marzo 2011
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Nuevo Cine Independiente: La vanguardia cinematográfica desde Argentina

Desde la aparición del largometraje ultra-independiente Plaga Zombie hasta nuestros días, en Argentina se está llevando a cabo una importante renovación cinematográfica con esquirlas en todo el Cono Sur: jóvenes cineastas provistos nada más –ni nada menos- que por sus propios medios, incentivan a otros tantos a que construyan y consuman arte en lugares donde nunca antes hubieran sido, siquiera, lejanos partícipes. El Nuevo Cine Independiente aglutina a un convoy de obras indie pero con serias intenciones de entretener, floreciendo ante un mercado poco innovador, aburrido y repleto de remakes innecesarias.

Por Hernán Panessi

¿Qué es el Nuevo Cine Independiente Argentino?

Históricamente, los movimientos cinematográficos han sido renovadores de cuestiones vetustas. Las intenciones rupturistas y contestatarias significaron siempre nuevas perspectivas de visión. Bajo esa prerrogativa es difícil definir en términos concretos qué es un movimiento. En caso, el Nuevo Cine Independiente Argentino tiene pretensiones marcadas, quizás no así sus delimitaciones. Algunos dirán, de forma excesivamente simplista, que es “la independencia de la independencia”. Imposible. Estamos hablando de un nuevo paradigma dentro del cine argentino pero que, sin embargo, es muy permeable a todos los ideales latinoamericanos, y eso es lo realmente interesante del movimiento.
Autogestión, notoria cofradía, ausencia de capitales excesivos... Ideas (casi) constantes de una vorágine que supura esperanza frente a márgenes de desaliento: la de un cine diferente, atractivo y fatto in casa, como variante al cine comercial.
Lejos de estructuras mainstream e ideológicamente separados de corporativismos, podríamos señalar claramente “qué no es” Nuevo Cine Independiente Argentino. En confrontación directa: Cine norteamericano no es (aunque de ellos toma el ideal absoluto de entretenimiento), cine europeo no es (no obstante incorpora algunas de sus formas), cine asiático no es (bueno, quizás las vertientes marciales sí, pero lejos está de la poética oriental). Perfecto, por decantación, cerca estamos de asociarlo como el fiel reflejo del cine latinoamericano tendiente a la guerrilla, y no, tampoco resulta correcta tal acepción. Este movimiento toma lo mejor del cine mundial germinando una nueva invención: el cine hecho con algunos amigos en pos de la diversión de muchos. Es decir, estos nuevos y jóvenes cineastas, inevitables hijos de la cultura de consumo que generacionalmente heredaron de Hollywood, están elaborando novedosos productos de entretenimiento retomando una cuestión entre ausente y acéfala en los últimos años: el cine de género.
Asimismo, vuelven a la vida las comedias disparatadas, las películas con héroes de acción, el terror clásico y moderno, la ciencia ficción del nuevo milenio, etc. Cineastas independientes empatan el criterio latinoamericano de darle la espalda al cine de género con frutos de calidad.
El Nuevo Cine Independiente Argentino aflora en el instante exacto (geográfico, político y social) donde las nuevas generaciones cinematográficas expresan sus verdades con bravura y destreza. Temporalmente nace con la última declinación del Nuevo Cine Argentino1, digamos, a partir de sus segundas obras, luego de significantes óperas primas. Tales películas aparecen atravesando el mismo espacio temporal pero con una notoria diferencia de pretensiones. Contemporáneos, quizás; parecidos, ni un poco.
Este movimiento representa, entonces, a una estampa generacional auténtica, propia de una cultura latinoamericana doblemente glorificable: independiente y autogestionada.

¿Nuevo respecto a qué?

Si es “nuevo”, por supuesto, se infiere que hay (o mejor dicho, hubo) alguno “viejo”. Bajo el afán de agrupar una serie de obras, como fruto del recambio generacional, apareció una función revitalizadora para con el cine vernáculo.
Extinto el denominado Nuevo Cine Argentino (NCA), una época de transición de entelequias se hizo presente durante el nuevo milenio. Y aquí es donde brota definitivamente el Nuevo Cine Independiente Argentino (NCI)2.
El concepto es totalizador ya que su extensión, obviando el “argentino”, representa a las nuevas tendencias sujetas a construcciones cinematográficas por fuera de las industrias oficiales pero que, sin embargo, pese a ser más bien periféricos, poseen la calidad suprema para su exhibición masiva y posterior deleite.
Iniciado como “cine de culto”, y así fue cómo nacieron la mayoría de las escenas mundiales, por estos momentos, el NCI gana festivales locales e internacionales, es reconocido por la crítica argentina y se haya posicionado, viablemente, cual puerta definitiva, hacia la genuina independencia cinematográfica latinoamericana.

El carácter autogestionado o cuando la industria oficial da la espalda...

En ese preciso momento en que los órganos estatales y mecenas variopintos hacen vista gorda, la opción más lógica –de supervivencia y prepotencia de trabajo- es la de tomar al toro por las astas: envolverse en la aventura sin pedir permiso y esperando todo a cambio. Surge la idea del observador participante.
Más por una actitud exquisita que por prototipos contrarrevolucionarios, muchos directores han evadido la opción de completar formularios para eventuales patrocinios, debido a –lamentablemente- las constantes negativas que en su momento dieron las entidades audiovisuales en brindar apoyo. De esta manera, y de muchas otras también, este sistema satélite fue conformando su propia idiosincrasia... ¡Autogestionada!
Por consiguiente, el movimiento se caracteriza en ser “cine hecho por colegas”. El espectador en algún momento puede hacer su propia película bajo ciertos estándares de calidad. No hay una barrera formal entre quienes hacen y quienes potencialmente podrían hacer. Todos los intervinientes –sin diferencias elitistas, ni divismos extremos- aportan su capital en plan del cumplimiento de objetivos: hacer cine, construir pensamiento auténtico por fuera de los circuitos comerciales.

Los inicios... FARSA Producciones

Mucho antes de saber qué les depararía el destino, unos niños de la localidad de Haedo (al oeste de la provincia de Buenos Aires), jugaban con unas viejas cámaras VHS a hacer lo que siempre les gustó: cine. Precisamente, desde comienzos de la década del ‘90, con sólo 11 años de edad -da fe: Boluman (Diego y Pablo Parés, 1991), hoy conseguible en YouTube-, comenzaron filmando cortometrajes de obvios tintes infantiles, posteriormente mediometrajes más atrevidos y ahora, establecidos como pináculo del movimiento, cosechan legiones de fanáticos por todo el mundo. Estamos hablando de los FARSA Producciones (cuyo team oficial reza los siguientes nombres: Pablo Parés, Hernán Sáez, Berta Muñíz, Walter Cornás y Paulo Soria), y son quienes han conformado la piedra elemental del Nuevo Cine Independiente, el híbrido terror-comedia: Plaga Zombie: ¡La venganza alienígena ha comenzado! (Pablo Parés y Hernán Sáez, 1997), un opus económico –hecho con $150 dólares- que los llevó, por su carácter innovador, a formar parte de las grandes ligas de la independencia.
Esta experiencia casera fue significante en la conformación de la escena, debido a que inclinó a miles de jóvenes a querer emular su linaje y romper, con ello, los límites de la autonomía.

La expansión y consolidación del germen

Una vez instalado el criterio del do it yourself, cantidades de cineastas y atrevidos cinéfilos se aventuraron en probar suerte con sus propias películas.
Debido a la proliferación de Internet y a la “democratización” de la tecnología, el acceso a la industria cinematográfica está medida en cuestiones de coraje. Por lo tanto, bajo esa intención primigenia de la independencia, aparecieron grandes directores argentinos, determinantes en la composición del movimiento y trascendentales para que sea consolidado y rectificado dentro de la industria.
Películas como las de Adrián García Bogliano, Habitaciones para Turistas (2004) y
36 Pasos (2006) y las de la productora Paura Flics en general (Grite una Noche, 2005; No Moriré Sola, 2008; Sudor Frío, 2011), le dieron –sobre todo al terror- una bocanada de aire fresco, un nombre de prestigio, estimulando un género suspendido durante mucho tiempo.
El palmarés que cayó sobre el film de ciencia ficción Filmatrón (Pablo Parés, 2007): Mejor Película Nacional en el BAFICI y en el FESAALP, Premio del Público en el BARS, menciones en Estepona y Fantasposa, ha sido imprescindible para la legitimación del movimiento en ámbitos considerados serios o solamente penetrables por las poderosas majors.
El guiño de los consolidados, caso Peter Jackson, diciéndole al nóbel Andrés Borghi (director del largometraje Bailando con el Peligro, 2009): “Estaré pendiente de todos tus proyectos”, en el marco del concurso neocelandés Working Day, donde Borghi obtuvo el primer premio, significó el alerta de que el mundo cinematográfico high profile está mirando para Latinoamérica.
Dentro del género comedia, la locura de 2 Locos en Mar del Plata (Matías Lojo y Pablo Marini, 2009) y la vanguardista saga de Tetsuo Lumière (TL-1: Mi reino por un platillo volador, 2004; TL-2: La felicidad es una leyenda urbana, 2009) representan el advenimiento de films divertidos sin la necesidad de caer en obviedades encasilladas.
Conjuntamente, por si fuera poco, aparecen magníficas obras como Recortadas (Sebastián de Caro, 2009), La Casa por la Ventana (Esteban Rojas, 2010), El Hada Buena: Una fábula peronista (María Laura Casabé, 2010), Incidente (Mariano Cattaneo, 2010) y Plaga Zombie 3: Revolución Tóxica (Pablo Parés, 2011), fundamentales para entender al movimiento que, cada vez más, encuentra su lugar en el mundo: el de la legitimación.
Sostenida por tamaño caudal artístico, la revolución cinematográfica es tajante e inevitable. Generar cuestiones innovadoras a fuerza de no encontrar espacios adecuados en el mainstream, es una actividad que, según parece, el Nuevo Cine Independiente Argentino cumple y dignifica.

1 Grupo heterogéneo de películas que asumían su carácter contemporáneo, desde 1997 a 2009. La mayoría responde a una bajada de línea intencional por parte de la demanda del Instituto Cinematográfico de Artes Audiovisuales (INCAA), y cuyos máximos referentes estéticos son: Pizza, Birra y Faso (Bruno Stagnaro e Israel Adrián Caetano, 1997) y Mundo Grúa (Pablo Trapero, 1999).

2 Término acuñado, en primero momento, por publicaciones especializadas en el año 2009 y cuyo uso se hizo notoriamente extensivo al resto de los participantes (hacedores y espectadores) con el correr de los días.

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